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miércoles, 16 de mayo de 2012

EL PLACER POR LA LECTURA.

Es seguro que buena parte de los jóvenes que leen habitualmente literatura, lo hacen por placer. Por algún tipo de placer que la lectura les despierta y convoca. Mientras se adentran en un texto literario, los jóvenes suelen encontrar en la intriga, la trama, el lenguaje o los personajes, algún tipo de interés que, si el texto lo ayuda, se convierte en una experiencia de placer que suele devenir en pasión. Por la misma razón, el abandono de un texto es, de alguna manera, el resultado de un desencuentro con el placer. Los jóvenes que se enganchan con la trama de una historia, lo hacen consigo mismos.

 La lectura les permite desarrollar juicios morales propios, sumarse a las emociones de los personajes, descubrir su carácter, identificarse sin restricciones con ellos, no tomarlos en cuenta o también repudiarlos. En suma, cuando los jóvenes penetran en un texto, lo transforman en una experiencia de conocimiento de sí mismos, en la medida en que descubren sus propias emociones y valoraciones, sin que necesariamente medien valores estéticos o morales preestablecidos. El texto en el joven lector que lo devora, se convierte en una experiencia fugaz e intensa de construcción de juicios personales, vivencia de emociones, disfrute de la palabra, asombro frente a la vida. Guiados a menudo por alguien: un profesor o profesora, por ejemplo, los jóvenes que se adentran en un texto literario, ponen en juego su mundo interior, es decir, sus motivaciones, preocupaciones, intereses, conflictos. Los evidencian íntimamente, mientras avanza la trama de una historia y los personajes toman 1 forma. Los jóvenes viven, entonces, diversas experiencias de encuentro consigo mismos, cuando pasan a ser dueños de un espacio personal placentero y motivador, que constituye el universo de la lectura.

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